p'al junta
hace unos días comenzó a circular por internet una iniciativa impulsada por la población judía en méxico; se llamó “adopta un niño muerto”. más allá del escándalo, del contenido mediático y de la incomprensión que la campaña ha despertado, hay que apuntalar algunos elementos importantes.
en primer lugar, la calidad de un muerto, de un niño muerto. esto no es una estrategia morbosa para sacudir a “las buenas conciencias”. invitar a los judíos a que adopten un infante palestino asesinado en esta guerra irresoluble, le propone al mundo entero que el inmensurable precio de la vida no es ajeno a nadie. un niño es un niño en todo el mundo, el futuro joven, el recién llegado, el hijo del hombre.
todo aquel que adopta a un palestino muerto expresa su desacuerdo con este conflicto e iguala la vida de los niños, de cualquier infante. el relativismo cultural está vigente. nada nos diferencia de aquellos que están siendo atravesados por balas, justo ahora que se lee este párrafo.
estas reflexiones remiten de forma directa al problema de las víctimas. las conciencias hipócritas se conmueven con las imágenes televisivas de la desgracia palestina o se emocionan por la victoria casi total del estado judío sobre los árabes. en estos días miles de correos electrónicos han llegado a los buzones con imágenes de niños palestinos muertos, bajo leyendas como “me duele tu silencio”, o con fotos que equiparan el llamado holocausto judío con la masacre de palestinos en la actualidad. estas campañas de efectos especiales lo único que hacen es atrapar al hombre mediatizado, capturan a muchas personas que viven conectados a los media y que gracias a ello son portadores de una “opinión pública” creada. campañas que promueven el “pobrecitos”, el “qué desgracia” y que vierten opiniones fáciles y esgrimibles desde la comodidad del hogar o de la oficina; es decir, desde un mundo que se propone muy lejano a aquél en donde las bombas y los misiles de fragmentación siguen cayendo.
considerar a los muertos víctimas es un mecanismo activo del poder. la seducción del mensaje radica en la lejanía y en la diferencia. por eso, la propuesta de adoptar a un niño muerto conlleva un elemento importante. no estamos tan lejos de la masacre como se piensa. cuando yo hago mío un niño muerto le digo al mundo que el valor de una vida es el mismo en todos lados. aún más, estoy mostrando que no hay víctimas ajenas, que todos estamos involucrados en la destrucción del hombre por el hombre y que la única forma de atender este asunto es viéndolo de frente. los muertos no están en palestina, los muertos somos todos.