para ella
Sí, irrumpo.
Y lo hago por necesidad.
Por necesidad vital de saber de ti.
Por necia insistencia orgánica y existencial.
Porque no puedo esperar más de lo que ya he esperado,
larga agonía de la pregunta que cual perro
carcome mi conciencia:
cómo está N.
Saber de ti por ti.
No por voces varias que cual dosificadas gotas
me han dibujado un esbozo escueto y somero de los acontecimientos.
Es más,
no quiero preguntar por acontecimientos
sino por el núcleo.
Seré breve.
Lo confieso,
no puedo con el peso del silencio.
Me asfixia saberte una alborada luminosa
y no poder voltear una palabra,
una mirada, una sonrisa.
Sé que en un momento,
quizá pronto,
el dolor terminará
y no habrá recuerdos;
no habrá nada,
silencio acaso,
nada más.
Terminará súbitamente o tras dilatada agonía,
terminará la luz de la mirada.
Y todo habrá sido, como es,
instantáneo rayano en lo efímero
sin sentido.
Y me derrota saber que en esta levedad
lo que trastocó los cielos,
no tenga en nosotros
pequeños pedacitos de la nada
el trono que merece.
Es por eso que te escribo.
Es mi necesidad, decía, de que esta vela
aún prendida
arda con totalidad su fuego,
queme hasta la médula su sangre
y vierta en este breve instante de existencia
el elixir que los dioses soplaron en nosotros.
Es proponerte hacer nuestro
el leve guiño que la vida nos obsequia,
pequeño regalito cósmico:
disfrutar con plenitud del respiro en que
sin razón alguna
somos y soñamos.
Necesito saber de ti.
Porque mañana,
en el ocaso de mis días,
de nuestros días,
no soportaré saber que el textil multicolor
que un día tejimos con los trazos más delicados
haya quedado manchado
por el vino que cayó sobre la mesa
y el vómito agónico de las circunstancias.
No pido mucho.
Una respuesta cuando menos.
Aunque verte será la satisfacción curativa de mi estructura
de mis andamios.
Va pues esta disculpada y sentida
irrupción;
necesidad atorada en mi garganta y en mis huesos.
Va cual avioncito de papel que surca el cielo
y vuela de un patio a otro con la esperanza de que allá,
del otro lado,
tu grácil mano lo levante y al abrirlo
encuentre una carta sincera
escrita desde centro gravitatorio de mis pasos
y desde el balcón donde el horizonte iluminado
cuece las nubes y las funde en la montaña.
12 comments:
las alianzas tejidas en la juventud deben ser un gran alivio en la vejez...
estoy seguro que estará de vuelta... pronto... tan pronto como deba ser....
abrazo
uf!! que pesado post.
Me hiciste recordar un momento en mi vida, que no sabía aún tenía.
Cuidese, un abrazo fuerte mi buen amigo.
Que nos veamos pronto.
Qué buen final.
No pido mucho.
Una respuesta cuando menos.
Uta, PK! Me sacudiste con esa frase. Cuántas veces pedir poco es ya pedir demasiado?
Te mando un abrazo.
Muchas gracias por el link!
ay, fausto, pues así que digas qué viejo estoy.. bueh.. ni taaanto. y ojalá tus letras sean. va otro abrazo
querido iván, qué onda contigo? hace un buen que no sé nah de ti. llegó el mail de la party, te busco. gracias por pasar.
un gusto, d, tenerte aquí.
ícaro: el link del blog y del caligramo eran necesarios... y sí, te voy a comenzar a creer. pedir una respuesta es mucho.
abrazos
regreso y te comento con calma.
pero un adelanto: ¡qué chingón!
¿cuándo te dejas ver?
abrazo.
Los recuerdos, como demuestra el comentario de Iván, se adormecen pero no se borran (desgraciadamente, a veces). Ojalá la carta llegue a su destino. Pero, ¿y después?...
¡Saludos!
Vaya!!
Esto es como leerme a mi misma, como verme en el espejo!!
puedo citarle en mi blog?
excelente!!
beso...
querido adrián, tómate toda la calma. y gracias. otro abrazo
¿después, yayo?.. verla. saberla bien. olerla, qué sé yo. / un gusto recibir tu visita.
puedes hacer lo que quieras, premeditada y divina. sobre todo si encuentras ese reflejo. otro beso de regreso.
feliz fin de semana a todos.
llego tarde pero no puedo dejar de decir que está buenísima esta carta. vaya, de esas cosas que mueven fuerte la entraña.
beso y abrazo
qué bueno reencontrarte con una poesía tan intensa, tan llena de reminiscencias, un saludo desde por aquí
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