Wednesday, June 10, 2009

mi viejo

mi padre es un hombre de rutinas, las necesita para que la vida sea, si no coherente, al menos manejable. requiere un orden planeado con anterioridad que pueda llevarse a cabo en medio del suceder inalcanzable. quizá también por eso los fractales: qué incertidumbre encontrarse adentro, metido en el acaecer incesante de un hecho que se desborda de sí mismo a una velocidad sorprendente; luz que crece, se derrite y nunca cesa, adentro afuera; una coloración que aparece en el azul de los ojos de mi padre, que ahora me está viendo, con sus barbas cambiando rápido hacia el blanco, mojadas con el café de la mañana.

7 comments:

Ingrid Solana said...

hola. Sí, rutinas, fractales, caleidoscopios...

Así se nos va esto..., muy rápido, parpadeando.

Besos.

Erranteazul said...

Y la vida es así, se va, se va, se va...entre rutinas y amores, entre azules y grises, se va.

Miguel Ángel Ángeles said...

Creo que yo vivo en la rutinaria tarea de salirme de mi rutina.

pk said...

queridos ingrid, errante y fausto. estaba por poner lo triste que se ve un blog sin comentarios. gracias por dejar aquí la huella de su paso. abrazos y besos.

D said...

¿Crees que eso haga un ciclo? Muchas veces me acuerdo de esto, más cuando pienso en el salto generacional. De jóvenes queremos movernos todo el rato, no estancarnos, salir y volver y ser impredecibles, después nos damos cuenta de que subestimamos las rutinas y las vidas de costumbres, tal vez un día nos encontramos en una de esas y somos vistos por otros, más jóvenes, como incapaces de manejar nuestra propia libertad y por eso refugiados en órdenes establecidos.

Por cierto, yo sigo aquí, no me he movido mucho.

pk said...

no tengo idea, querido de. pero seguramente mañana, si llegamos a viejos, la vida ya no tendrá esa inmediatez que tanto gozamos ahora.
te mando besos

Anonymous said...

Gombrowicz señala que "la falta de madurez no siempre es innata o impuesta por los demás. Se da también en la inmaduridad a la que la cultura nos abalanza cuando su ola nos arrolla y no conseguimos elevarnos a su nivel. Toda forma “superio”² nos pueriliza. La persona, torturada por su máscara, se construye en secreto, para su uso privado, una especie de subcultura: un mundo hecho con los desperdicios del mundo cultural superior, dominio de la ratería, de los mitos informes, de las pasiones inconfesas un secundario dominio de compensación"